lunes, 14 de enero de 2013

El comienzo


Hoy comienza mi andadura como autor de este blog, y quisiera que este fuera un espacio abierto, plural y donde todas las opiniones sean bienvenidas, escuchadas y valoradas.

Me gustaría presentarme, me llamo Alberto y soy Arquitecto Técnico desde 2010. Decidí estudiar esta carrera debido a la brillante situación que tenía la profesión en aquel ya lejano 2007. Anteriormente había estudiado un Grado Superior de Desarrollo y Aplicación de Proyectos de Construcción, que fue lo que me abrió los ojos ante el panorama de la construcción en España. Quería seguir creciendo profesionalmente y el camino de la Arquitectura Técnica fue el que elegí, apoyado por numerosos familiares, amigos, conocidos e incluso algún que otro Arquitecto Técnico.

El año 2010 fue un año de crisis, de desempleo y desestabilidad; esto provocó que, entre otros perjuicios, mi universidad no me pudiera proporcionar unas prácticas profesionales. Según nos comentaron, los sindicatos habían ejercido presión para que no nos las dieran, ya que no les parecía ético meter becarios en empresas que echaban a gente día sí y día también. No sé si se pararon a pensar si era ético dejar a toda una promoción sin prácticas, abocados a estar en el paro y sin experiencia desde el día de su graduación. La pregunta es: ¿cómo me pude entonces graduar? La respuesta: una chapuza. Ante la imposibilidad de tener prácticas proporcionadas por la universidad, la inexistencia de empresas interesadas en poder firmar un convenio siendo yo el mediador entre ellas y el centro, se decidió convalidarnos las prácticas a la gente que habíamos estado trabajando con anterioridad en empresas del sector; en mi caso, las prácticas que sí tuve del Grado Superior. Amén.

Una vez graduado me di cuenta de que lo único que tenía era el título, además de una mano delante y otra detrás, profesionalmente hablando. Y esto fue duro, muy duro de asumir, y difícil de entender ya que el futuro se tornaba en una tremenda y enorme incógnita.

Pasaban las semanas, los meses… Cientos de curriculums enviados, de tarjetas profesionales repartidas, de visitas a empresas, de alguna que otra entrevista… y siempre lo mismo: ¿Y la experiencia? “Pues no señor, no tengo una experiencia en la que apoyarme” solía ser lo que yo pensaba. Esa carencia, a pesar de ser contrarrestada por unas enormes ganas de aprender y de evolucionar, era la culpable de que viera que pasaban los días en casa sin poder sentirme útil para la sociedad y tranquilo conmigo mismo.

Tras poder comprobar en los sucesivos meses que no había manera de entrar en ninguna empresa, decidí entonces ponerme manos a la obra y aprender, de manera autodidacta, aquellas cosas que yo veía que me faltaban para poder desenvolverme con cierta autonomía: programas informáticos, redacción de proyectos, documentos, informes… Consultando muchos vídeos, manuales, libros, blogs pude ir aprendiendo todo aquello que necesitaba, combinándolo con muchas, muchas llamadas a la asesoría técnica del Colegio de Aparejadores de Madrid.
Y se presentaron los primeros trabajos. Pequeños proyectos de actividad que tuve que sacar de la nada, finalmente visados y que llegaron a buen puerto. Más tarde unas colaboraciones y asistencias técnicas con un Arquitecto en las que aprendí a defenderme por mí mismo y a ver que si no me saco yo las castañas del fuego, nadie lo va a hacer por mí. Pero me seguía faltando algo.

Comprendí que ese algo era el leitmotiv de mi profesión: la obra. Un especialista en obras que no había pisado nunca una obra. Inverosímil e ilógico. Afortunadamente pude poner remedio a dicha situación. Por cuenta propia encontré una nueva promoción de 7 chalets muy cerca de casa en la que el Arquitecto Técnico muy amablemente me comprendió y empatizó conmigo. Le pedí permiso para acudir asiduamente a la obra, a aprender, a preguntar, a ver cómo funcionaba. Y así, desde la fase de movimiento de tierras hasta el acta de recepción, estuve aprendiendo a caminar en mi profesión como si de unas prácticas se tratara. Obviamente 9 meses no dan para mucho, y una obra de 7 unifamiliares adosados no tiene mucha complejidad, pero al menos ahí estuve con el hielo de enero y febrero, las lluvias de marzo a mayo, y el calor a veces insoportable del verano. Aprendí, aprendí bastante aunque dejé cosas en el aire, y me llevé un buen material gráfico.

Después de la finalización a principios de otoño de la obra a la que acudía, me quedé de nuevo huérfano de aprendizaje. Por suerte un proyecto nuevo iba a llamar a mi puerta. No era un gran proyecto, pero al menos sí para ir tirando y seguir aprendiendo.

Así llegamos hasta hoy, 14 de enero de 2013, esperando que este nuevo año traiga alguna mejoría, de las que ya hablaré más adelante en las sucesivas entradas.
 ASBATEC
Alberto Seco Barrero
Arquitecto Técnico

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