Hoy
comienza mi andadura como autor de este blog, y quisiera que este fuera un
espacio abierto, plural y donde todas las opiniones sean bienvenidas,
escuchadas y valoradas.
Me
gustaría presentarme, me llamo Alberto y soy Arquitecto Técnico desde 2010. Decidí
estudiar esta carrera debido a la brillante situación que tenía la profesión en
aquel ya lejano 2007. Anteriormente había estudiado un Grado Superior de
Desarrollo y Aplicación de Proyectos de Construcción, que fue lo que me abrió
los ojos ante el panorama de la construcción en España. Quería seguir creciendo
profesionalmente y el camino de la Arquitectura Técnica fue el que elegí,
apoyado por numerosos familiares, amigos, conocidos e incluso algún que otro
Arquitecto Técnico.
El
año 2010 fue un año de crisis, de desempleo y desestabilidad; esto provocó que,
entre otros perjuicios, mi universidad no me pudiera proporcionar unas
prácticas profesionales. Según nos comentaron, los sindicatos habían ejercido
presión para que no nos las dieran, ya que no les parecía ético meter becarios
en empresas que echaban a gente día sí y día también. No sé si se pararon a
pensar si era ético dejar a toda una promoción sin prácticas, abocados a estar
en el paro y sin experiencia desde el día de su graduación. La pregunta es: ¿cómo
me pude entonces graduar? La respuesta: una chapuza. Ante la imposibilidad de
tener prácticas proporcionadas por la universidad, la inexistencia de empresas
interesadas en poder firmar un convenio siendo yo el mediador entre ellas y el
centro, se decidió convalidarnos las prácticas a la gente que habíamos estado
trabajando con anterioridad en empresas del sector; en mi caso, las prácticas
que sí tuve del Grado Superior. Amén.
Una
vez graduado me di cuenta de que lo único que tenía era el título, además de
una mano delante y otra detrás, profesionalmente hablando. Y esto fue duro, muy
duro de asumir, y difícil de entender ya que el futuro se tornaba en una
tremenda y enorme incógnita.
Pasaban
las semanas, los meses… Cientos de curriculums enviados, de tarjetas
profesionales repartidas, de visitas a empresas, de alguna que otra entrevista…
y siempre lo mismo: ¿Y la experiencia? “Pues no señor, no tengo una experiencia
en la que apoyarme” solía ser lo que yo pensaba. Esa carencia, a pesar de ser
contrarrestada por unas enormes ganas de aprender y de evolucionar, era la
culpable de que viera que pasaban los días en casa sin poder sentirme útil para
la sociedad y tranquilo conmigo mismo.
Tras
poder comprobar en los sucesivos meses que no había manera de entrar en ninguna
empresa, decidí entonces ponerme manos a la obra y aprender, de manera
autodidacta, aquellas cosas que yo veía que me faltaban para poder
desenvolverme con cierta autonomía: programas informáticos, redacción de proyectos,
documentos, informes… Consultando muchos vídeos, manuales, libros, blogs pude
ir aprendiendo todo aquello que necesitaba, combinándolo con muchas, muchas
llamadas a la asesoría técnica del Colegio de Aparejadores de Madrid.
Y
se presentaron los primeros trabajos. Pequeños proyectos de actividad que tuve
que sacar de la nada, finalmente visados y que llegaron a buen puerto. Más
tarde unas colaboraciones y asistencias técnicas con un Arquitecto en las que
aprendí a defenderme por mí mismo y a ver que si no me saco yo las castañas del
fuego, nadie lo va a hacer por mí. Pero me seguía faltando algo.
Comprendí
que ese algo era el leitmotiv de mi profesión: la obra. Un especialista en
obras que no había pisado nunca una obra. Inverosímil e ilógico. Afortunadamente
pude poner remedio a dicha situación. Por cuenta propia encontré una nueva
promoción de 7 chalets muy cerca de casa en la que el Arquitecto Técnico muy
amablemente me comprendió y empatizó conmigo. Le pedí permiso para acudir
asiduamente a la obra, a aprender, a preguntar, a ver cómo funcionaba. Y así,
desde la fase de movimiento de tierras hasta el acta de recepción, estuve
aprendiendo a caminar en mi profesión como si de unas prácticas se tratara.
Obviamente 9 meses no dan para mucho, y una obra de 7 unifamiliares adosados no
tiene mucha complejidad, pero al menos ahí estuve con el hielo de enero y
febrero, las lluvias de marzo a mayo, y el calor a veces insoportable del
verano. Aprendí, aprendí bastante aunque dejé cosas en el aire, y me llevé un
buen material gráfico.
Después
de la finalización a principios de otoño de la obra a la que acudía, me quedé
de nuevo huérfano de aprendizaje. Por suerte un proyecto nuevo iba a llamar a
mi puerta. No era un gran proyecto, pero al menos sí para ir tirando y seguir
aprendiendo.
Así
llegamos hasta hoy, 14 de enero de 2013, esperando que este nuevo año traiga
alguna mejoría, de las que ya hablaré más adelante en las sucesivas entradas.
ASBATEC
Alberto
Seco Barrero
Arquitecto
Técnico
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